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Gabriel Jaraba. Comunicación y humanismo

Naturaleza

Abajo los JJOO, viva el alpinismo

"Mientras el mundo del deporte mira a Atenas, un alpinista catalán ha logrado un éxito de primer orden, de espaldas a los costosos despliegues de los Juegos Olímpicos. Mientras muchos están pendientes del medallero, Jordi Corominas, junto a un grupo de otros tres alpinistas catalanes, ha vuelto a poner el alpinismo español en un podio al que no subía desde 1984, cuando Nil Bohigas y Enric Lucas, solos, en estilo alpino, abrieron la grandiosa pared sur del Annapurna. Sin restarle el mérito extraordinario a Juan Oyarzábal y Alberto Iñurrategui en sus récords, en el coleccionismo de ochomiles, sus registros no son comparables a las gestas de alpinismo de verdad, con gran dificultad técnica, exposición y sin ayudas, como la que ha logrado Corominas con la repetición, por primera vezm de la ascensión al K-2 por la via de la Magic Line, los 3.600 metros abiertos en 1986 por los polacos Wojtek Wroz y Przemyslaw Piasecki y el eslovaco Jozef Bozik. Corominas ha subido y bajado a un podio inalcanzable, en 18 años, para los mejores himalayistas del mundo".
Leo Vegué, guía de alta montaña profesional, escribe este comentario hoy en El País, a manera de notorio contraste con el soporífero ronroneo que el televisor nos trae de tierras griegas. El siempre clarividente Vicente Verdú, también hoy y en el mismo diario, explica que "Aunque trate de disimularse, hace tiempo que los Juegos Olímpicos no interesan a nadie, Concretamente, desde Barcelona 92 lo importante del acontecimiento olímpico ha dejado de ser el contenido dportivo para pasar a centrarse en el contenedor: administrativo, urbanístico, arquitectónico, policial, mediático. (...) Ciertamente los campeones olímpicos consiguen tiempos y resistencias inéditas pero ¿quién puede interesarse todavía por las pobres prestaciones físicas de la especie? El verdadero suceso se encuentra en otra parte: en las instalaciones aparatosas o fantásticas, en las desbordantes reformas urbanas, en los diseños o materiales que visten los deportistas, en las novedades tecnológicas de las transmisiones o en la misma orgía de la corrupción".
La prueba del nueve de lo que dice Verdú se encuentra en los propios diarios deportivos: qué significativa es la desgana con que acogen el contenido olímpico, su incapacidad para transmitir entusiasmo por los acontecimientos, ahora que no está en juego el forofismo futbolístico local, la inexistencia de buenas historias, deportivas o humanas, reducidas a anecdotillas como el judoka japonés criado en Euskadi o la tiradora de escopeta con el ojo vago.
Ayer tarde escuchaba yo en COM Ràdio una crónica olímpica por la tarde: soporífera, reiterativa, titubeante. Pero luego todo se trocó en vigor entusiasta, en tensión ante el micrófono, en narración impactante: la crónica de un entrenamiento veraniego de pretemporada del Barça.
Yerra, sin embargo, Leo Vegué al mencionar únicamente a Jordi Corominas en su comentario. La expedición la forman Òscar Cadiach, Manel de la Matta, Valentí Giró y otros alpinistas, y es sabido en alpinismo que el mérito del triunfo corresponde a todo el grupo sin excepción. El resplandeciente gesto de sir Edmund Hillary y Tenzin Norgay al negarse a decir quién de los dos puso el pie primero en la primera ascensión al Everest es un ejemplo de este espiritu. Hasta tal punto que Tenzin Norgay se llevó el secreto a la tumba. Ni siquiera su muerte ni el reconocimiento público que sir Edmund recibe por su meritoria labor construyendo escuelas en Nepal han hecho que el caballero alpinista neozelandés traicione ese noble silencio.
En nuestro país fueron los mil veces beneméritos Jordi Pons y Josep Manuel Anglada quienes nos enseñaron esa ética alpinista. Cuando los medios de comunicación ignoraban el alpinismo (bueno, como ahora, pero entonces el silencio era total) Anglada y Pons fueron quienes introdujeron el concepto de gran expedición alpinística entre nosotros, logrando grandes éxitos deportivos que a la vez lo eran en el campo cultural y el humano. Jordi y Josep Manuel financiaban sus expediciones mediante las aportaciones populares, donativos de amigos y simpatizantes que convergían en una "operación tarjetas postales": dabas algo de dinero y recibías una postal de la expedición, firmada por los alpinistas, desde la montaña. Como los autógrafos de Michael Jackson pero en buen rollo. Ahora parecerá ingenuo, pero con sus tarjetas postales, Pons y Anglada nos enseñaron que del éxito de la llegada a la cima de una gran montaña participa tanto quien la culmina como el último amiguete que ha dado unos cinco duros para la postal.
Esa grandeza del alpinismo que nos enseñaron Jordi Pons y Josep Manuel Anglada, con tantos otros amigos que recuerdo con emoción, empezando por Isidre Rodrigo, figura en el podium del honor humano, deportivo y cívico que permanece por encima del podium efímero de los Juegos Olímpicos de la nandrolona y la tomadepelodona. Por eso Pons fue galardonado con el Piolet de Oro, la máxima distinción española en su deporte, de prestigio internacional.
Por cierto, Anglada y Pons tienen 70 años cumplidos y, cualquier día de entre semana, cuando les peta, cogen la mochila y se van a escalar, por gusto, porque sí o para echar una mano a los colegas del programa Temps d'aventura, de TV3. Y están más cachondos que nunca. (Luego hay deportistas "veteranos" que se retiran a los 30 años. Corominas, en la cima del K-2, tiene 46; subió a pelo y sin oxígeno). Qué mundo más raro, coño.
Para saber todo sobre alpinismo, Federació d'Entitats Excursionistes de Catalunya-Federació Catalana d'Alpinisme i Escalada