Blogia
Gabriel Jaraba. Comunicación y humanismo

Barney Kessel y Gabriel Rosales, o la música como sabiduría

Barney Kessel y Gabriel Rosales, o la música como sabiduría La muerte de Barney Kessel lleva nuestra mente hacia aquellas guitarras que cantan con corazón. Son una raza de guitarristas de jazz que abarcan la totalidad de la expresión musical humana. Como Gabriel Rosales, al que seguro que todos habéis escuchado con Joan Manuel Serrat en "Para piel de manzana" o en el álbum de Antonio Machado. Cualquier estudiante de guitarra debería leer su magnífico manual Cábalas con la guitarra. El secreto del arte de tocar (Fundación Autor), recomendado por Paco de Lucía, y para el cual escribí un texto de presentación, que decía cosas como: "El objetivo de la música no es --no es solamente-- producir sonidos armoniosos. Aunque parezca paradójico, el objeto último de la música es el silencio; suscitar el descubrimiento del espacio de silencio interno de cada persona donde resuena la belleza, el amor y la verdad. La música es mágica porque tiene el poder de inducir esa empatía, la cualidad de desèrtar aquellas partes del código genético humano que encierran la música interna de cada persona".
Mi amigo Gabi Rosales es ese guitarrista que se ve en las fotos de las apoteósicas giras de Joan Manuel Serrat por Hispanoamérica, de triunfo en triunfo. Ahora vive en Mallorca dedicado a la enseñanza de la música, arropado por gente buena y sabia como Toni Benassar y Dolores Ramis de Ayreflor. El maestro Rosales, que había triunfado una y otra vez ante el público del teatro Colón de Buenos Aires --la peor nostalgia es la que se siente de los lugares donde uno no ha estado-- caminó el camino de Santiago y, cuando se tumbaba a descansar veía como los pájaros se posaban sobre los cables eléctricos cercanos y, mirándolos como si fueran notas sobre el pentagrama, cantaba la tonada que dibujaban sobre el cielo. No me atrevo a decir que las aves se posara involuntariamente de esa guisa, pues bien es sabido que en todos los tiempos ha habido hombres conocedores del lenguaje de los pájaros, ya que todas las aves tratan de hacerse entender siempre y en todo momento, y por eso nos llaman sin cesar. (¿Acaso no habéis visto, en "Master and commander", al médico naturalista del navío inglés correr en pos de un extraño cormorán de las islas Galápagos que no podía volar?)
Cuando escuchéis el Serrat de los primeros tiempos, fijaros en la guitarra que le acompaña, tocada por mi tocayo que un día la describió como templo sagrado: "Diapasón; presbiterio de ébano. Azabache por el que todo transcurre. De luna y plata son los 19 trastes. Soberanos encargados de llamar al orden. Símbolos del Logos, el Único capaz de pòner concierto dentro del caos vibratorio. Boca y roseta; patio interior, abismo cercado de primorosa taracea. Vergel de galerías coronadas por un mirador circular situado en el centro". Los que no sepáis tocar, no paséis pena: "La ascensión a campanarios, cumbres, templos y montañas es un viaje extático al 'centro del mundo'. El caminante, al alcanzar la terraza superior realiza una ruptura de nivel, trasciende el espacio profano y penetra en una región intacta. Ahí ya todo es pura vibración, Vibración Pura".
Cuando Gabriel Rosales tenía 16 años, de ello hace más de cuarenta, aún no escribía cosas como esta, y su gran emoción fue ver tocar a Bill Haley and the Comets. Un día, alguien le regaló un disco de Barney Kessel, en cuya portada aparece el músico en plena sesión de grabación en estudio. Por las noches, Gabriel soñaba con aquella imagen, viéndose a si mismo en aquel estudio de grabación, siguiendo la ejecución de Kessel desde la mesa de mezclas, allí estaba el chaval mirando en sueños como el famoso guitarrista de jazz ponía los dedos sobre el mástil y podía escuchar oníricamente cómo sonaban las notas. Al despertar, Gabi tomó la guitarra que le habían regalado sus padres con el enorme esfuerzo de reunir quince mil pesetas de la época, y halló al tañerla que de la noche a la mañana ya sabía tocar de una manera que desconocía.
Pasaron los años, Gabriel Rosales se hizo profesional --conciertos con los Platters, Sacha Distel, Paquito D'Rivera, Tete Montoliu-- y muchos años más tarde leyó un día un reportaje donde el gran guitarrista americano Howard Roberts había tenido y protagonizado el mismo sueño iniciático de Barney Kessel.
Los músicos son gente así, dedicados a cosas como éstas mientras los cantantes pasan el tiempo lamentándose por no hallar suficiente reconocimiento a su vanidad, que disfrazan bajo la forma profana de la reivindicación cultural. Si alguien quiere tocar de verdad, que busque al maestro Gabi Rosales, discípulo de Jim Hall. Cuando dé clase, Barney Kessel también estará allí bendiciéndoles desde el presbiterio de ébano.

1 comentario