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Gabriel Jaraba. Comunicación y humanismo

Cultura y arte

Francesc Fabregas, la excelencia artística en fotografía digital

Francesc Fabregas, la excelencia artística en fotografía digital Francesc Fabregas es fotógrafo y comunicador televisivo. Ahora está relanzando su carrera fotográfica, con una demostración de cómo las actuales técnicas de la fotografía digital pueden recuperar la vocación originaria de la verdadera fotografía: artística y testimonial.

Los más viejos del lugar recordarán a Fabregas como fotógrafo fundacional de la revista musical Vibraciones (echamos tanto de menos a Claudi Montanyà...)y los más jóvenes como el creador de las líneas de programación musical de Televisió de Catalunya, sobre todo, con la creación de Sputnik y otros memorables títulos de cultura de vanguardia del canal 33. Últimamente, Francesc fue jefe de programación del 33 y autor de la refundación de este canal en línea de vanguardia (¡y yo tuve el placer de ayudarle en la tarea!).

Pero el tipo recuperó la fotografía el dia que su esposa, Marina Feliu (maestra y experta en la aplicación de tecnologías de la información y la comunicación en la educación) le regaló una cámara digital. Era año nuevo y, del dia 1 de ese mes y hasta el 31 de diciembre de ese mismo año, Francesc fue tomando fotos cada dia del mundo cotidiano que le rodeaba. De ello resultó la exposición itinerante titulada 365, que ha resultado una muestra de cómo la fotografía digital puede abrir nuevos caminos de excelencia en las artes.

Visitad la web de Francesc Fabregas una magistral creación en flash a cargo de Txell Camps.

En ella encontrareis la exposición 365 entera y otras áreas temáticas. Podréis leer el artículo que escribí para el suplemento cultural de La Vanguardia a manera de presentación de la exposición: Fotografía digital: una nueva oportunidad para el arte de mirar.

Atención a las diversas secciones fotográficas y a las actividades culturales recomendadas. Ver fotos del Sonar y del Piromusical.

Y encontraréis también algún clipillo obra de Mai Balagué y Jordi Fabregas, directora y realizador del programa Silenci? dedicado a vanguardias artísticas y culturales en el 33.

Notas sobre caligrafía zen

Notas sobre caligrafía zen Mi mujer es artista y artesana: una creadora práctica. Dibuja, pinta, diseña y todo lo demás. Desde hace algunos años es jardinera, de tal modo que comienza por imaginar y dibujar un jardín, luego alza los planos y no sólo lo construye sino que lo planta y conduce su crecimiento vivo. Domina, pues, la armonía entre las formas y la vida que concurre en el mundo vegetal.
A petición de algunas personas ha realizado algún qué otro jardín zen, con la incorporación de alguna muestra caligráfica significativa en él. A mí me ha tocado hacer las presentaciones de esas caligrafías, y veo que me han salido unas notitas que no están mal. Lo que se dice en ellas podría servir para los interesados en el simbolismo, tanto el masónico como el propio del Reiki. Son las siguientes.

L’escriptura com a art i disciplina meditativa


L’escriptura xinesa i japonesa, formada per ideogrames, ha donat origen, des de temps molt antics, a un art pictòric i una artesania que en si mateixa forma part d’un tot disciplinar de meditació i activitat espiritual il.luminada. De la mateixa manera que els monestirs europeus de l’edat mitjana varen desenvolupar el modern concepte d’escriptura i il.lustració, els monjos budistes zen, els practicants laics i els artistes han elevat, fins el dia d’avui, l’escriptura japonesa a la categoria de les belles arts.

Formes harmonioses i conceptes profunds
La caligrafia zen no es limita a designar o descriure un concepte: la il.lustració ideogramàtica és en ella mateixa la demostració i presència del concepte mateix: és un símbol que ens posa en contacte directe amb realitats de la vida tan profundes que no es poden designar amb simples paraules. La paraula o concepte al qual traduim l’ideograma és, en versió original, la presència mateixa d’alló que designa.

CHI: l’alé de la Vida. "L’energia fonamental de la Vida que inunda totes les coses vivents"
El mot Chi, Ki o Qi és conegut a occident vinculat a disciplines de treball amb l’energia vital: tai chi, reiki, qigong; pràctiques psicofísiques d’harmonització personal i transpersonal. Ki és conegut entre nosaltres des dels temps bíblics, com a “ruaj” entre el poble d’Israel, o esperit entre els cristians; alé de Vida escampat arreu del món.
Chi ens remet a un estat de vitalitat, harmonia, vigor, salut i vida. Gràcies a Chi, les plantes floreixen, els pulmons s’eixamplen, el cor s’alegra i la ment es fa més clara. Chi és senyal de moviment creatiu, renovació salutífera i vida abundant per a tothom, i camí per a arribar-hi.

Amor: música del cor. "Un cor obert canta una melodia meravellosa que dispensa benediccions a tothom que la sent"
L’amor és present com a ideal a totes les civilitzacions. Occident ha desenvolupat la idea d’amor romàntic des de l’època dels trobadors a l’edat mitjana. A orient, l’amor s’assimila a una font de joia que escampa pau pertot arreu. A un i altre indret del món l’amor és associat a la música; un cor joiós és un cor que canta, capaç de sembrar pau perquè “la música amansa les feres”. La geisha japonesa apaivaga la fúria dels guerrers amb les notes del koto, i el rei David canta els salms i toca l’arpa per celebrar la prosperitat del regne. Aquí exposem aquesta caligrafia per a propiciar que les benediccions de l’amor entrin a la nostra vida.

FENG-SHUI. Vent i aigua: l’art de viure en harmonia
Fa molt pocs anys que s’ha popularitzat a occident l’art del feng shui, conegut com a geomància xinesa: una complexa disciplina d’harmonització de l’arquitectura, la decoració, els espais interiors i el paisatge que té com a objectiu propiciar una vida sanitosa, pròspera i sense perills. Barreja de vells coneixements empírics i concepcions del món basades en la teoria xinesa dels cinc elements, probablement el feng shui anirà pel mateix camí que l’acupuntura, i passarà de ser considerat una superstició a esdevenir una pràctica que funciona tot i que no sabem com.
La caligrafia expresa la perfecta harmonia entre Cel, Éssers Humans i Terra. Situada en els voltants de la residència crea un perfecte equilibri amb la natura, i per tant aporta grans benediccions i bona sort. Ens sonarà menys místic si pensem en l’arquitectura gòtica, tecnologia gegantina que pretenia ni més ni menys que expressar l’harmonia entre el món espiritual, el món dels homes i el món físic: vegeu com ho expressa la doble volta gòtica, pur feng shui europeu avant la lettre.

Caligrafía: Chi, la energía

El funeral musical de Ray Charles

El funeral musical de Ray Charles El gran pianista y cantante de hard bop Ray Charles falleció el 10 de junio, de una dolencia hepática. Entrevisté a Charles en los años 80 para El Periódico de Catalunya y ya entonces estaba muy enfermo, ausente de nada que no fuera su música. El gran artista recibió su último homenaje el 18 de junio. (Foto: Stevie Wonder, cantando en el funeral).
Lugar del funeral: First African Methodist Episcopal Church, Los Angeles, California.
Pastor: Reverendo Robert Robinson (hijo del finado).
Coro: de la Crenshaw High School.
Palabras de condolencia: a cargo del reverendo Jesse Jackson, Clint Eastwood, y remitidos por los ausentes Billy Preston (hospitalizado, enfermo del riñón), Quincy Jones, de viaje por Rusia, y Bill Clinton.
Otras personalidades presentes: Little Richard, Bill Cosby, Glen Campbell, Aretha Franklin, Rolling Stones, Cicely Tyson, Berry Gordy (fundador de la Tamla Motown).
Interpretaciones a cargo de: Willie Nelson (Georgia on my mind), Wynton Marsalis (Down by the riverside), Stevie Wonder, B.B. King.
Al final del servicio sonó una grabación de Ray Charles y Johnny Mathis cantando a dúo Somwhere over the rainbow.
El estudio de Ray Charles situado en Washington Boulevard acaba de ser declarado monumento histórico.
Así da gusto morirse.

El secuestro de la literatura por una élite o la dictadura de los moñas

Hace tiempo que me moría de ganas de oirlo: Andreu Martín, el gran escritor catalán de novela negra, ha dicho de una vez que el rey va desnudo. En una entrevista publicada en El Punt, se refiere al estado de la literatura negra en Francia, Reino Unido, Italia y Alemania diciendo: "En estos países la cultura es concebida como algo popular y al alcance de todos. En cambio nosotros vivimos en un país donde una minoría elitista se ha apropiado de la cultura excluyendo desgraciadamente este tipo de novelas y de otros géneros".
Martín corta así el nudo gordiano del estado de la lectura en Cataluña. Hay un espacio central artificialmente ocupado por unos grupos de maníacos depresivos, pretenciosos y celosos, que funciona al margen de la realidad de los intereses del público, y lo que es peor, de quienes verdaderamente constituyen los grandes escritores del país. Véase como ya han comenzado a manifestarse ascos al éxito de Carlos Ruiz Zafón y su La sombra del viento. Pero el éxito de Zafón se debe a sus lectores, a los que ha sabido interesar y ganarse; la novela se ha vendido desde abajo, sin promoción, sin publicidad, sin televisión, sin popularización del autor, sin que éste aparezca vinculado a institución o capilla alguna. Gustará o no, pero lo que ha hecho este autor tiene justamente este mérito: triunfar por tu propia valía como escritor, sea poca o mucha.
En realidad, no es que no se vendan libros. Es que no se venden los que no se tienen que vender. Cada día no aparece una obra como la versión de La Divina Comedia a cargo de Joan Francesc Mira. Cuando acababa de publicarse, la gente salía de la FNAC con el libro bajo el brazo, un libro de lectura no fácil adquirido en una macrotienda popular. Pero los palizones pretenciosos de la fantasmada literaria que ocupa la escena tienen que quedarse en los anaqueles.
Me topé con las declaraciones de Andreu Martín ayer mismo, justamente cuando el fin de semana acababa de leer El reino del dragón de oro, deIsabel Allende, con el que he disfrutado como un camello. Allende se ha marcado una novela juvenil de aventuras, mezcla de Indiana Jones adolescente y Tintín en el Tíbet, con unas gotas de La selva esmeralda. Es un relato estimulante, que nos encanta a los que desconfiamos de los ceños fruncidos (ya se sabe que el animal más serio es el burro). Tendría narices que ahora atendiéramos a esos egos gigantescos henchidos de suficiencia cuando de bien jóvenes aprendimos a romper con esa estupidez gracias a Richard Lester y su ¡Qué noche la de aquel día! Quien ha saltado una vez al ritmo de She loves you o Please, please me no debe volver a caer en la trampa.
Y es que Inglaterra siempre nos salva, primero con los Spitfire, luego con la BBC y ahora con Harry Potter. El éxito del joven mago no ha sido un producto de la industria cinematográfica, sino que ha sido esta quien ha ido a buscar un producto que fue erigido libro a libro por los lectores juveniles. Poca broma. Pero ya se sabe que el viejo cuento de la manipulación de las industria culturales y la publicidad bla, bla, bla, pesa más que las realidades puras y duras. A Harry Potter, como a Carlos Ruiz Zafón, los han hecho los lectores y nadie más. Por eso los pelmazos les tienen tanta rabia, y por eso persisten las leyendas urbanas de la manipulación mediática. Para evitar que se vea la realidad: quien escribe de manera interesante consigue interesar.
Y el que lo dude, que pruebe a ver si le salen cosas como a Jack London, Hermann Melville Robert L. Stephenson o, por lo menos, Emilio Salgari. No hay cojones.
Postscriptum: si te gusta La sombra del viento y no has leído su predecesora, Marina, aún no has visto nada.
Otra postscriptum: Por supuesto, a los moñas tampoco les gusta el Bookcrossing. Gracias a él, los libros corren de mano en mano y la gente los lee, sin esperar a que nadie les diga lo que deben leer o no desde cualquier púlpito. Hay que hacerle también ascos, por supuesto; faltaría más que se leyera sin nuestra aquiescencia.

Umberto Eco escribe sobre "La Pasión" de Mel Gibson

Umberto Eco escribe sobre "La Pasión" de Mel Gibson Umberto Eco acaba de publicar su última novela, "La misteriosa fiamma della regina Loanna". El genio de Bolonia ha dedicado hace poco dos de las columnas que habitualmente publica en L'Espresso a la película "La Pasión", de Mel Gibson, a la que tanto el Vaticano como muchos sectores evangélicos consideran un filme ejemplarizante y un servidor, como creyente, vé como una burda blasfemia. Este fue el primer análisis que Eco hizo del filme:

¡No me toquéis a mi Hijo!



Bueno, pues para atender a una serie de demandas y para resolver el asunto de una vez por todas, he ido a ver “La Pasión” de Mel Gibson. Y encima antes que nadie, en un país extranjero (donde por lo menos estaba prohibida para menores). De todas maneras hablan en arameo y, como máximo, se entiende a los romanos cuando gritan “I” para decir “¡Apartáos!”.

Antes que nada he de decir que esta película, técnicamente muy bien hecha, no es ni una expresión de antisemitismo ni de fundamentalismo cristiano obsesionado con una mística de sacrificio cruento. Es un “splatter”, una película que pretende ganar mucho dinero ofreciendo a los espectadores tanta sangre y tanta violencia que a su lado “Pulp Fiction” parece un dibujo animado para niños de parvulario. En todo caso dibujos animados de Tom y Jerry, de los que proponen una lección en la que los personajes son machacados por mil rodillos compresores y reducidos a un CD, caen de un rascacielos y se rompen en mil pedazos, acabando aplastados contra una puerta. Con mucha sangre además, hectólitros de sangre, evidentemente transportados hasta el plató por diez camiones cuba, y recogidos poniendo a la obra los vampiros de toda Transilvania.

No se trata de una película religiosa. Del mensaje de Jesús se sobreentiende lo que uno aprendió en la preparación para la primera comunión. Sus relaciones con su Padre son histéricas y absolutamente laicas; podrían ser las de Charlie Manson con Satanás, pero aquí Satanás no presenta majestad alguna, aparece ahora aquí y luego allá, ora de perfil disfrazado de mariconcete y ora de frente ante tal efusión de glóbulos rojos que al final hasta se nos pone malo. Por otra parte, la imagen menos convincente es la final de la Resurrección, más propia de La noche de los Muertos Vivientes que de una pintura del Renacimiento.

Esta película no tiene nada de la sublime discreción de los Evangelios. Pone en escena todo lo que estos callan dejando para los fieles su propia meditación silenciosa sobre el mayor sacrificio de la historia. Allá donde los Evangelios se limitan a decir que Jesús es flagelado (tres palabras en Mateo, Marcos y Juan, ninguna en Lucas), Gibson hace que primero lo apaleen, luego le golpeen con cadenas con clavos y al final con mallos, hasta que queda reducido a poco menos que una hamburguesa mal cocida, es decir, lo que el público de MacDonald’s imagina que tiene que ser la carne picada hasta el espasmo.

El odio de Gibson por el Nazareno debe ser indecible; vaya usted a saber de qué antiguas represiones se desfoga sobre su cuerpo cada vez más sanguinolento. Y suerte que la filología no se lo permite, si no ya le habría hecho aplicar electrodos en los testículos y proporcionarle un baño de gasolina. Es así como, según algunos, debeeríamos experimentar un sano estremecimiento ante el misterio de la Salvación. Quizás.

¿Película antisemita? Si se quería hacer un “splatter western” (más bien “eastern”) los bandos tenían que quedar claros, buenos contra malos, y los malos tenían que ser malos a más no poder. Pero si son malísimos los sacerdotes del Templo más malos aún son los romanos, como Pedro Patapalo cuando, gruñendo, ata a Mickey en la silla de torturas. Es evidente que Gibson debía creer que presentando a los romanos como los malos (como ya lo había dicho Asterix) no corría el riesgo de que le pegaran fuego al Campidoglio, mientras que con los judíos, con los tiempos que corren, hay que proceder con mayor cautela. Pero no hay que pedirle mucho a alguien que ha decidido servirnos un bistec tártaro con mucha pimienta y ketchup. Gibson ha sentido ciertas resipiscencias y ha mostrado a tres judíos y tres romanos casi buenos, asaltados por la duda (miran hacia el público como diciendo: “¿no nos estaremos pasando?”) e incluso así es justamente su perplejidad la que sirve para acentuar la expresión de que todo en esta película sea insoportable, y se vomite viendo lo que brota de entre el costillar.

Imagínense si Manzoni, en lugar de hacer suya la lección de los Evangelios dejando solamente adivinar lo que le había sucedido a la Monja de Monza, con aquella sublime insinuación (“y la desventurada respondió”) (Eco se refiere aquí al libro “Los novios”, de Alessandro Manzoni, N. del T.) nos hubiera mostrado a la pobrecilla haciendo un striptease, entregándose a repetidas felaciones, haciéndose sodomizar con jabón (El último tango en Lecco) y sometiendo al despreciable Egidio a puniciones sadomaso, calzada con unas botitas rusas como una Venus en cueros. Gibson coge al vuelo la idea de que Jesús debió sufrir , y del mismo modo que Poe pensaba que la cosa más románticamente conmovedora era la muerte de una bella mujer, él tiene la intuición de que el “splatter” más rentable es aquel en el que se mete al Hijo de Dios en una picadora de carne. Lo cierto es que le sale muy bien, y debo decir que cuando Jesús acaba por morir y acaba de hacernos sufrir (o gozar) y se desencadena un huracán, la tierra tiembla y se rasga el velo del Templo, se experimenta cierta emoción, pues en ese momento, aunque sea bajo forma meteorológica, se entrevé un soplo de aquella trascendencia tan manifiestamente ausente de la película. Sí, en aquel momento el Padre hace sentir su voz. Pero el espectador sensato (y, espero, el creyente) advierte que es con Mel Gibson con quien está cabreado.
(Traducción de Gabriel Jaraba).

Tras los comentarios que los lectores hicieron, Eco volvió con esta segunda columna:

La vuelta de los idólatras



Hace algunas semanas escribí una columna hablando francamente mal de la película del Mel Gibson sobre la Pasión. Un estudiante me preguntó si había visto los numerosísimos comentarios y debates de los lectores en el foro de internet de L'Espresso, y me dijo: "Quizá habría que revalorizar a los iconoclastas". Me siento obligado, pues, a recordar qué fue la disputa iconoclasta, por lo menos a partir del momento en que, en el año 726, León III Isáurico emanó un edicto que prohibía el culto de las imágenes, que en el imperio bizantino estaba rozando la idolatría.
La Iglesia de Roma era más indulgente al respecto, y se había alineado con las posiciones del concilio de Nicea de 787, donde se concluía que a las imágenes se les puede tributar "el saludo y la veneración de honor, no ciertamente la latría verdadera que según nuestra fe sólo conviene a la naturaleza divina". Pero en el mundo cristiano occidental la cuestión permaneció abierta y se retomó en los Libros Carolinos, compuestos en el entorno de Carlomagno.
Los teólogos carolingios se sentían molestos porque en la traducción latina de las actas de Nicea se usaba un solo término, "adoratio", en lugar de los dos con los que se diferenciaba, por una parte, el culto reservado a la imagen y, por la otra, el culto reservado a Dios.
Los teólogos carolingios distinguían, en cambio, el mundo espiritual del mundo material y decían que la imagen (que puede manifestar sólo aspectos exteriores materiales de lo representado) no podía constituir un acceso al mundo espiritual. Es más, cuanto más se parecía a su prototipo, mayor era la falsedad de la imagen, puesto que se aumentaba el engaño hacia el espectador. La imagen no era un ídolo, pero podía llegar a serlo si se utilizaba de
forma incorrecta. Por consiguiente, la expresión verdadera de lo espiritual había de buscarse sólo en el lenguaje no figurativo de las Sagradas Escrituras.
Los Libros Carolinos no excluían que se pudieran usar las imágenes como estímulo adecuado a la reflexión espiritual. Sencillamente invitaban a no dar a las imágenes mayor peso del que tenían. Aclaremos nosotros que la Edad Media había adoptado una idea de Gregorio Magno por la que "la pintura se usa en las iglesias para que los analfabetos, al menos mirando a las paredes, puedan leer lo que no son capaces de descifrar en los códices".
En el fondo, tanto una posición como la otra sobreentendían que, si uno no es analfabeto, es mejor que busque sus ocasiones de meditación, inspirándose en las Escrituras y no en las pinturas o (decimos ahora nosotros) en las películas.
Y lleguemos a los comentarios sobre Gibson, que he ido a leerme. Obviamente, hay de todo, desde los que dicen que me he equivocado porque la película es buenísima hasta los que me dan la razón; desde los que dicen que he escrito por envidia de lo bueno que es Gibson hasta los que dicen que la película ha sido boicoteada por los "lobbies judíos", incluido un tal Pippo que, visto lo que he escrito sobre la película, deduce que soy judío. (Pippo no lo sabe, no soy judío, y no es culpa mía el haber recibido una educación cristiana, razón por la cual me ha escandalizado tanto semejante especulación sobre la figura de Cristo). Luego he visto un comentario según el cual yo ironizo sobre la sangre de Cristo. Obviamente he ironizado sobre la representación, vulgar creo yo, que Gibson ha dado de la Pasión de Cristo, y ha sido entonces cuando he entendido por qué mi estudiante hablaba de la disputa
iconoclasta.
Muchos de los comentarios que he leído no son sobre la película, sino sobre Jesús (a favor y en contra; entendámonos, a diferencia de antaño hoy existen idólatras creyentes e idólatras ateos. Es decir, que a muchos de los que intervienen les resulta difícil escindir la película de la realidad (o, como habrían dicho los teólogos medievales, distinguir la realidad material de la realidad espiritual). La película es para ellos las Sagradas Escrituras, y ese joven que interpreta a Jesús es Jesús.
Naturalmente he leído también el comentario de un tal Gianni, que advierte que "la película es tan sólo la Pasión de Mel Gibson y no la Pasión de Cristo", pero debo decir que no he encontrado en todas las intervenciones esta clara distinción entre la realidad (sea espiritual o histórica) y su representación.
Gran parte de las intervenciones son como las de un tal Franco que escribe: "No entiendo por qué las personas que carecen de fe religiosa no pueden aguantar los sufrimientos que Cristo tuvo que soportar". Ahora bien, lo que para mí era inaguantable eran los sufrimientos
que Gibson infligía al espectador, no los padecimientos de Cristo. Parece obvio y aun así, como se ve, no lo es. Por lo cual, la reflexión se desplaza de la Pasión de Gibson a la
actitud del hombre moderno con respecto al mundo mediático, que no se advierte ya como representación (fiel o distorsionada) de las cosas, sino como la Cosa Misma. Que es la forma laica que adopta hoy en día la idolatría.
Con mi más sincera gratitud al lector Marcopac que escribe: "Querido Umberto, no te perdonaré jamás que me hayas contado el final de la película".
Traducción del diario El Espectador.
Una aportación de Anna Maria Coll.

Barney Kessel y Gabriel Rosales, o la música como sabiduría

Barney Kessel y Gabriel Rosales, o la música como sabiduría La muerte de Barney Kessel lleva nuestra mente hacia aquellas guitarras que cantan con corazón. Son una raza de guitarristas de jazz que abarcan la totalidad de la expresión musical humana. Como Gabriel Rosales, al que seguro que todos habéis escuchado con Joan Manuel Serrat en "Para piel de manzana" o en el álbum de Antonio Machado. Cualquier estudiante de guitarra debería leer su magnífico manual Cábalas con la guitarra. El secreto del arte de tocar (Fundación Autor), recomendado por Paco de Lucía, y para el cual escribí un texto de presentación, que decía cosas como: "El objetivo de la música no es --no es solamente-- producir sonidos armoniosos. Aunque parezca paradójico, el objeto último de la música es el silencio; suscitar el descubrimiento del espacio de silencio interno de cada persona donde resuena la belleza, el amor y la verdad. La música es mágica porque tiene el poder de inducir esa empatía, la cualidad de desèrtar aquellas partes del código genético humano que encierran la música interna de cada persona".
Mi amigo Gabi Rosales es ese guitarrista que se ve en las fotos de las apoteósicas giras de Joan Manuel Serrat por Hispanoamérica, de triunfo en triunfo. Ahora vive en Mallorca dedicado a la enseñanza de la música, arropado por gente buena y sabia como Toni Benassar y Dolores Ramis de Ayreflor. El maestro Rosales, que había triunfado una y otra vez ante el público del teatro Colón de Buenos Aires --la peor nostalgia es la que se siente de los lugares donde uno no ha estado-- caminó el camino de Santiago y, cuando se tumbaba a descansar veía como los pájaros se posaban sobre los cables eléctricos cercanos y, mirándolos como si fueran notas sobre el pentagrama, cantaba la tonada que dibujaban sobre el cielo. No me atrevo a decir que las aves se posara involuntariamente de esa guisa, pues bien es sabido que en todos los tiempos ha habido hombres conocedores del lenguaje de los pájaros, ya que todas las aves tratan de hacerse entender siempre y en todo momento, y por eso nos llaman sin cesar. (¿Acaso no habéis visto, en "Master and commander", al médico naturalista del navío inglés correr en pos de un extraño cormorán de las islas Galápagos que no podía volar?)
Cuando escuchéis el Serrat de los primeros tiempos, fijaros en la guitarra que le acompaña, tocada por mi tocayo que un día la describió como templo sagrado: "Diapasón; presbiterio de ébano. Azabache por el que todo transcurre. De luna y plata son los 19 trastes. Soberanos encargados de llamar al orden. Símbolos del Logos, el Único capaz de pòner concierto dentro del caos vibratorio. Boca y roseta; patio interior, abismo cercado de primorosa taracea. Vergel de galerías coronadas por un mirador circular situado en el centro". Los que no sepáis tocar, no paséis pena: "La ascensión a campanarios, cumbres, templos y montañas es un viaje extático al 'centro del mundo'. El caminante, al alcanzar la terraza superior realiza una ruptura de nivel, trasciende el espacio profano y penetra en una región intacta. Ahí ya todo es pura vibración, Vibración Pura".
Cuando Gabriel Rosales tenía 16 años, de ello hace más de cuarenta, aún no escribía cosas como esta, y su gran emoción fue ver tocar a Bill Haley and the Comets. Un día, alguien le regaló un disco de Barney Kessel, en cuya portada aparece el músico en plena sesión de grabación en estudio. Por las noches, Gabriel soñaba con aquella imagen, viéndose a si mismo en aquel estudio de grabación, siguiendo la ejecución de Kessel desde la mesa de mezclas, allí estaba el chaval mirando en sueños como el famoso guitarrista de jazz ponía los dedos sobre el mástil y podía escuchar oníricamente cómo sonaban las notas. Al despertar, Gabi tomó la guitarra que le habían regalado sus padres con el enorme esfuerzo de reunir quince mil pesetas de la época, y halló al tañerla que de la noche a la mañana ya sabía tocar de una manera que desconocía.
Pasaron los años, Gabriel Rosales se hizo profesional --conciertos con los Platters, Sacha Distel, Paquito D'Rivera, Tete Montoliu-- y muchos años más tarde leyó un día un reportaje donde el gran guitarrista americano Howard Roberts había tenido y protagonizado el mismo sueño iniciático de Barney Kessel.
Los músicos son gente así, dedicados a cosas como éstas mientras los cantantes pasan el tiempo lamentándose por no hallar suficiente reconocimiento a su vanidad, que disfrazan bajo la forma profana de la reivindicación cultural. Si alguien quiere tocar de verdad, que busque al maestro Gabi Rosales, discípulo de Jim Hall. Cuando dé clase, Barney Kessel también estará allí bendiciéndoles desde el presbiterio de ébano.

Troya, nuestras raíces y nuestra alma

El estreno de Troya nos vuelve a poner cara a cara con la gran cuestión pendiente de este tiempo: la mirada hacia el mito como camino de regreso hacia nuestro verdadero ser.
El origen de nuestra desazón general es la desestructuración simbólica del hombre contemporáneo. Estamos en una situación simétrica a la de los pueblos indígenas colonizados, en este sentido: despojados de aquel referente personal y colectivo a la vez en el que se basa una visión del mundo y una manera de habitarlo. El arte, el simbolismo, la literatura, el hermetismo, son navegaciones al encuentro de nuestra alma, que ya no sólo sabemos cómo es ni a qué se parece, sino cómo se llama.
En el gran mito fundacional de la humanidad, el libro del Génesis, se explica que la tarea del hombre en el mundo es poner nombre a los animales y las cosas para conocerlas y dominarlas. Avanzamos nombrando y navegando, como explicó Antonio Machado al aludir a cómo se hace el camino. Quizás lo que pasa es que ya hemos nombrado demasiado, sin ton ni son, y hemos olvidado leer de tanto escribir; de ahí la liquidez del pensamiento postmoderno según Zygmunt Baumann como mecanismo de seguridad tras una época de grandes palabras que estalla en Auschwitz, Hiroshima y Ruanda.
Yo tiemblo ante la mera presencia de imágenes o palabras de la antigüedad clásica. Tras velos de ambigüedad y misterio, son escalofriantemente reveladores de la condición humana. Porque ese legado literario, arqueológico e histórico es algo más que el recuerdo de un tiempo ido. Son conjuntos de símbolos, y el símbolo nos abre una puerta a la realidad profunda simulando velarla. Los héroes de Ilión que veremos en la película no son sino trasuntos de nosotros mismos señalando al lugar donde mora nuestra alma, en esa batalla que es una metáfora de nuestra vida personal y colectiva.
La página de la película en español
Filmografía: Ancient Greece in cinema
Homero, Iliada y Odisea
Portal de cultura clasica
La ciudad de Troya y su descubridor
Introducción a los símbolos y mitos y una excelente bibliografia sobre símbolos, ideal para alumnos de ESCAC.
Ilustración: Atenea, diosa de la civilización, la filosofía y la democracia, com el olivo sagrado y su lechuza. Atenea ayudó a los griegos en la batalla: es la personificación de nuestra capacidad de iluminación, que reside en la supraconciencia humana.

La millor tira còmica de la premsa: Granotes i cuques

El diari Avui publica cada dia la millor tira còmica de tota la premsa de l'Estat espanyol: "Granotes i cuques", de Daniel Boada, que també té una edició setmanal en el suplement dominical, a tota plana i en color. "Granotes i cuques" està a l'alçada de les grans tires còmiques que han fet història a la gran premsa moderna,sense exagerar gens ni mica, com ara "Blondie", "Fred Basset", "Andy Capp" o "Peanuts", i és superior, de bon tros, a "Garfield". Això és perquè "Granotes i cuques" té tots els ingredients d'una tira de gran qualitat candidata a esdevenir clàssica: 1, s'adreça a tots els públics, però permet tant una lectura infantil-ingènua com adulta-irònica; 2, és una història brevíssima amb un impacte i unes implicacions que van molt més enllà; 3, crea un univers propi, una localització domèstica, que tothom pot reconèixer; 4, capgira, però, aquesta realitat aparentment propera i li dóna una dimensió molt més profunda, tot fent-ne una metàfora breu i succinta de la totalitat de la vida quotidiana i social.
"Granotes i cuques" està ambientada en un bassal on les granotes viuen tota la gamma de situacions pròpies de la vida humana en interacció amb unes cuques les quals, a més de compartir veïnatge, són el seu aliment i sovint llaminadura. Com s'assemblen als humans aquestes granotes tan simpàtiques afectes al canibalisme! La ingenuitat aparent de la tira és més aprop del que sembla del poema de William Burroughs: "What keps humankind alive? Humanikind is kept alive by bestial acts".
Us animo a esdevenir granotaires: llegiu cada dia "Granotes i cuques" i mogueu la tira entre els vostres amics; a aquest país la gent no sap reconèixer les coses enormement valuoses que té davant els morros, sobre tot quan no hi ha cap mandarí cultural o cap personatge pretenciós que els digui què els ha d'agradar i què no. "Granotes i cuques" es publica a la secció de serveis i oci de l'Avui, en pàgina senar, però la podeu veure a l'edició electrònica al pdf corresponent, o bé vegeu la d'avui aqui.